Pastor Javier Bertucci
Jesús vino al mundo a manifestar a Dios, pero el ambiente
espiritual y moral de los judíos entonces era contrario a este propósito; Él
encontró un pueblo sometido a la influencia sofocante de un sistema religioso
opresivo y manipulador que afectaba cada aspecto de la comunidad judía,
interpretando la ley de Moisés a su criterio, estableciendo costumbres, normas
y tradiciones de hombres, que tenían como finalidad mantener controlado al
pueblo a través del miedo.
En tanto, Jesús vino a traer libertad, no fundando otra
religión, sino por el contrario, enfrentando resueltamente cada aspecto de la
que imperaba, representada por fariseos y saduceos, poniendo en evidencia cada
mentira y actitud hipócrita de ellos: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos,
hipócritas! Porque cierran el reino de los cielos delante de los hombres; pues
ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que están entrando” “¡Ay de ustedes,
escribas y fariseos, hipócritas! Porque son semejantes a sepulcros
blanqueados…”
Jesús no es religión. No usó de normas establecidas por
hombres, sino que confrontó la hipocresía de aquellos que se aferraban a estas.
De esta forma, sanó a muchos enfermos en día sábado, cuando la ley lo prohibía,
y comiendo con los “pecadores”, gente menospreciada por los líderes religiosos
de entonces. No siguió tradiciones humanas, ni estableció leyes que no
estuvieran fundamentadas en una actitud del corazón: “Cualquiera que se enoje
contra su hermano será culpable de juicio…” “Amen a sus enemigos, bendigan a
los que les maldicen…” “…cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace
tu derecha”
Su actitud, siendo Dios, fue ser accesible y estar
disponible para todo el que lo necesitara: A Bartimeo, ciego, manda a llamar
para decirle “¿Qué quieres que te haga? Al leproso que solicitaba limpieza:
“Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio”
Él vino para acercar al hombre a Dios. Por eso, cuando moría
crucificado, el velo del templo que separaba el lugar santo del lugar
santísimo, se rasgó de arriba hacia abajo. Ese velo representaba el obstáculo
para que el hombre común tuviera entrada ante Dios. Pero Jesús con su muerte
rompió ese velo, dando a entender este hecho, que desde ese día había acceso
libre a la presencia de Dios para todos. Esto ocurrió de manera sobrenatural,
por iniciativa divina absolutamente; por ello, su rasgamiento fue de arriba
hacia abajo.
No podemos aceptar, entonces, que se vuelva a coser ese velo
de abajo hacia arriba; es decir, por iniciativa de hombres, poniendo
obstáculos, nuevamente, para que las personas se acerquen a Dios, haciendo de
la fe en Jesús una religión más, llena de normas, dogmas y mandamientos de
hombres, que condicionan e impiden la entrada a la presencia de Dios.
Es sólo a través de Jesús, y no de ninguna religión, que
podemos relacionarnos con Dios libre y eficazmente. Ese velo se rasgó, por
iniciativa de Dios, para que pudiéramos tener acceso a su presencia y amor
pleno; entonces, con libertad, acerquémonos a Él para disfrutar la nueva vida
posible solo en Él, y no volvamos a levantar barreras que nos lo impidan. Jesús
no es religión, ¡Él es la vida!
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