«La adoración
consiste en sentir en su corazón y expresar de un modo adecuado
una sensación, humilde pero encantadora, de asombro,
admiración y sobrecogimiento, y de amor irrefrenable en presencia
del Misterio más antiguo, esa majestad a la que los filósofos
llaman la Causa Primera, pero a la que nosotros llamamos nuestro
Padre celestial».
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